Por un lado, los guiris, aquellos que siendo europeos, no son españoles (el término es usado mayormente para nombrar a los anglosajones) quienes enardecidos por los efectos del vino, cerveza o cualquier otro licor, participan de un "rito" (que nada tiene tiene que ver con la celebración del Santo Fermín), macerados como "peras en vino", se suben a lo alto de una fuente en la calle Navarrería y se lanzan de ella.
Algo similar pasa con los "charros", pero a diferencia de los supuestos "indios", cantan a voz viva aquellas rancheras que logran llamar la atención de los paseantes.
Pero aquello que encontré nada más llegar, aquello que me sacudió y me transportó a un "espacio indeterminado", aquello que abrió mis sentidos a aquel "mercado intercultural", fue una "melodía" que sonaba casi impertinente y que hiso que olvidara por un momento toda esa fiesta sanferminera. Y es que en el paseo de Sarasate, al pie del Monumento a Los Fueros, un grupo de sudamericanos(con aparataje técnico incluido) sonaba con guitarras y huiros, aquel pegajoso éxito que tanto retumbara en las combis de Lima y en las polladas de los conos, sonaba esa "melodía" popularizada por el Grupo Néctar: "el arbolito". En torno a los "músicos", un gran grupo de latinos nostálgicos quizá encontraban un lugar para ellos en la gran fiesta.
El "mercado intercultural" lo completaban los ecuatorianos vendedores de jerseys y abalorios, que levantando sus improvisadas "tiendas" del piso corrian cada vez que la policía se acercaba a desalojarlos del lugar. Tras ellos una bandada de "palomas negras", los africanos del "top manta", vendedores informales de CDs y DVDs piratas, temerosos del decomiso de sus mercaderías.Por otro lado las rumanas cargadas de cartelitos y de fotografías de hijos, que dicen haber dejado en su país y que con caras compungidas imploran compasión para recolectar dinero.
Vendedores de globos, artesanos y finalmente aquella estampa carnavalesca no se completaría si no estuvieran por las calles, los mimos, los titiriteros, los caricariturista, los payasos y los malabaristas...en su mayoría extranjeros.
Mientras la fiesta de los navarros sigue su curso, iniciando con el txupinazo en la puerta del ayuntamiento, pasando por las celebraciones de las peñas, los adrenalínicos encierros, las corridas de toros, los conciertos, los fuegos artificiales y los cacharritos, hasta finalizar con el "pobre de mi, pobre de mí , se acabó San Fermín" con centenares de velas encendidas y litros y litros de vino, cerveza o calimocho bebidos durante los siete dias que dura la fiesta ( 7 al 14 de julio).
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