Discurso de Miguel Rubio Zapata, director del Grupo Cultural Yuyachkani, al recibir el Premio Nacional de Cultura

jueves, 12 de diciembre de 2019 · Posted in , , , , ,


Cesar Vallejo dice que el teatro es como un sueño, algo que irrumpe acompañado de metáforas contradictorias y de una naturaleza arbitraria, atributos con las que soñar nos lleva a un mundo distinto, en el que seguimos vivos pese a estar en otra frecuencia.
Hace 48 años nos lanzamos a soñar para dialogar así con nuestro país. En el camino nos encontramos con narrativas y personajes históricamente invisibilizados, los que luego reaparecerían como protagonistas de nuevas historias que contaban del desarraigo, la migración, la injusticia, el derecho a la memoria.
Al afinar, entonces, la mirada en el entorno, nos sentimos herederos de viejas tradiciones y también confrontados con los complejos e intensos procesos sociales y políticos que teníamos frente a nosotros.
La imagen puede contener: 2 personasLos lenguajes de nuestro teatro se cargaron así de visualidad, de teatralidad callejera, de oralidad, de carnaval, de fiesta con máscara, música y danza. Prácticas culturales diversas, tradicionales y contemporáneas, se amalgamaron rompiendo imaginarios y estimulando nuevas narrativas. En este proceso entendimos el teatro como un fenómeno local, como construcción cultural históricamente determinada.
Los movimientos sociales y sus prácticas de teatralidad, sin tener necesariamente una finalidad artística, han expandido los linderos de lo escénico llevándolo a zonas en donde no hay fronteras entre el arte y la vida misma, tensionando también las relaciones entre ficción y realidad. Algo parecido a los sueños.

Somos parte de una generación de grupos de teatro que se puso a trabajar en propuestas de dramaturgia nacional y latinoamericana. Nuestros maestros nos llamaron a “inventar el teatro que nos fuera necesario”. Su ejemplo y aliento nos dio fuerza para crear, sentir la riqueza y complejidad de nuestras culturas, mirar hacia nuestro continente y al interior de nuestros países, y a reconocernos en nuestras particularidades y desde ese lugar dialogar con los teatros del mundo.

Nos definimos como “teatro de grupo”, una comunidad reunida para generar procesos creativos a partir de la investigación que deviene en obra, en cultura de grupo, compuesta tanto por las obras que hacemos como por la vida que compartimos en el intento de explicarnos el mundo con unas ganas enormes de ponerlo de cabeza.
Estoy convencido de que el teatro de grupo fomenta la inteligencia colectiva y crea pensamiento. El grupo, de alguna manera, es la obra, no importa cuánto dure. 
La creación colectiva fue una respuesta política, orgánica a ese momento, alternativa a la manera de producción teatral predominante en ese tiempo. Podría ser señalada como una característica importante de los procesos creativos de los teatros de grupo que aparecen en la América Latina y el Caribe a mediados del siglo pasado, los que generaron propuestas de gran vitalidad, nuevos espectadores, nuevos espacios, en abierta confrontación con el teatro hegemónico, atrincherado en la reproducción de modelos preexistentes y en un modo jerárquico de producción con el cual rompe la creación colectiva.

Por estas vías se ha removido el concepto hegemónico de dramaturgia y se han generado espacios y propuestas alternativas a la norma. Esas prácticas de creación propiciaron nuevos tejidos escénicos, los que nos permiten hablar hoy, en plural, de otras dramaturgias.
En ese contexto ha nacido un nuevo actor, orgánico a esta condición, en la que los roles del proceso de producción jerárquico han sido cuestionados, cuando no eliminados.
Vista en el tiempo, la obra de Yuyachkani bien podría leerse en contrapunto con momentos gravitantes de nuestra realidad social y política, dialogando con nuestro tiempo y proponiendo un teatro crítico e inconforme con la norma. La dinámica política, social y artística así nos lo ha demandado siempre, pues vivimos en un país convulsionado por la violencia, la corrupción y el despojo permanente de los derechos sociales, económicos y culturales.
En 48 años de vida nuestro trabajo ha tenido un continuo desplazamiento hacia diversos lugares, físicos y mentales.
A grandes rasgos, podríamos partir nuestra historia en tres momentos: antes, durante y después del conflicto armado interno. La sociedad está reflejada en lo que somos, en lo que hacemos y en lo que decimos. Es así como hemos encontrado el lugar y los caminos de nuestras diferentes dramaturgias que han transitado por ese espacio/tiempo.

Toda esta experiencia vivida ha sido un permanente desafío para encontrar lógicas distintas de creación, capaces de dialogar creativamente con cada momento.
Fue saliendo de Lima que pudimos empezar a conocer nuestro país por dentro y descubrir los desafíos que supone la diversidad cultural peruana, ver y valorar otras corporalidades.

Esta práctica nos condujo por caminos desconocidos, en los que había que estar dispuestos a trabajar en espacios muy diversos, generar escenarios y a entender que las artes escénicas tienen en las expresiones populares una fuente inagotable que viene de la danza, la máscara, la música, el vestido y el uso del espacio, es decir, viajar por el Perú nos conectó hasta hoy con una memoria escénica ancestral.

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Empezamos a viajar por la sierra central, especialmente por el Valle del Mantaro, nos encontramos con el esplendoroso mundo de la fiesta tradicional andina, con otros cuerpos en danza, con personajes enmascarados portando suntuosos trajes bordados: cuerpos que en su acción escriben y sustentan memoria. Ahí encontramos al actor que danza.
El teatro en el que me reconozco viene de ahí, indaga sobre formas antiguas y nuevas que existen entre nosotros de manera viva y que están en constante proceso de renovación desde hace cientos de años.
Con la violencia política que asoló y enlutó nuestro país, durante las dos últimas décadas del siglo pasado, los supuestos básicos de nuestro trabajo afrontaron nuevos retos.
Los cuerpos de nosotros los peruanos se degradaron a tal punto que comenzó a ser cosa corriente verlos masacrados, mutilados y expuestos a la intemperie, enterrados clandestinamente en fosas comunes o, peor, ya no verlos, pues muchos fueron desaparecidos.

Fue inevitable preguntarse:
“¿Para qué sirve lo que hacemos? “,
“¿Qué puede significar poner el cuerpo en esas circunstancias?"

Eran entonces muy agudos nuestros propios cuestionamientos sobre el oficio, y los siguen siendo ahora que el Perú ya no es el país que recorrimos hace 50 años.

Hoy circulan por el mundo torrentadas de pensamiento conservador, que son el arma de un poder económico que pretende hacer cada vez mayor el poder que ejerce sobre la humanidad entera, machacando sobre la pobreza de la gente. Ese poder ha hecho de la democracia un sainete puesto al servicio de sus intereses.
El hambre trae ignorancia y la ignorancia es el caldo de cultivo perfecto para la dominación y el esclavismo.
Sin embargo, hay esperanza en las persistentes y vigorosas luchas que mantienen los pueblos en diversas partes del mundo.
Tocará seguir buscando como siempre respuestas a lo que el mundo nos propone como ruta plagada de desafíos para todos nosotros.
Seguiremos soñando con el Perú nuevo en un mundo nuevo, como quería José Carlos Mariátegui.
Persistiremos desde el teatro, nuestra humilde trinchera, acompañados de nuevas generaciones, en la búsqueda del lenguaje que nos permita ayudar a conjurar los graves peligros que hoy están puestos en marcha, en contra de nuestros pueblos y de nuestra especie.

Muchas gracias.
Gran Teatro Nacional, Lima, 11 de diciembre de 2019.

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Foto1 :propia
Foto2: facebook Yuyachkani

Somos

domingo, 8 de diciembre de 2019 · Posted in , , ,


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Grafiti en la esquina de Juan Paullier y Guana
(Montevideo-Uruguay) -  Diciembre 2019
Nos quieren
calladas
sumisas
obedientes
virginales

Juzgan nuestros cuerpos
con sorna
con asco
con malicia
Nos imponen tallas y medidas

Somos las -c u l p a b l e s- siempre
las locas
las feas

Cuestionan todo lo que hacemos

Se equivocaron
NO somos silencio
NO somos miedo S

SOMOS
fuego y furia
fuerza y corage
valentía y resistencia...

 


Una aproximación a "Cielo de Pasco" (2018) de Albert Estrella

sábado, 23 de noviembre de 2019 · Posted in , , , ,

Aquí veo hombres 
a través del cielo cayendo con sus nubes encima de ellos 
¿Pensaría que los hombres están vivos o están muertos? 
Vivos, parecen resistirse a la caída 
¿Podría decirme de qué están hechas las nubes? 
De lágrima de una especie de recuerdos que se dispersan en la 
memoria que no me dejan ver el futuro… 
 (Estrella, 2018, p.31)

Texto introductorio para Cielo de Pasco
Por Elizabeth Lino Cornejo

Cerro de Pasco es una ciudad minera ubicada en la alta y agreste puna peruana, sobre los 4000 msnm. Su geografía ha significado un gran reto de sobrevivencia para todo hombre y mujer que ha llegado allí atraído por la promesa de progreso y prosperidad. Años de extracción minera en diversas modalidades han transformado el espacio de forma radical, de ser una pampa alfombrada por ichu, lagunas y puquiales hoy su paisaje resalta por la convivencia entre la modernidad y un páramo desolado. La tierra fue removida, explotada y extraída; los socavones se hicieron más extensos mientras la superficie se iba poblando y cada vez era más difícil no sentirse parte de aquello. Sus habitantes comenzaron a construir hitos, a nombrar sus calles y a edificar sus casas; aquellas que más tarde vieron resquebrajarse y empujados por el progreso tuvieron que resignarse a su destrucción porque de ello dependía de que la bonanza se materializara para sus descendientes. Pero negándose a olvidar construyeron réplicas para que por lo menos quedara algo de aquello que vivieron, así las ausencias se harían menos notorias.
El trabajo en las minas, el sufrimiento, la muerte y la vida cotidiana comenzaron a cantarse en los huaynos y mulizas. Los poetas encontraron la forma de eternizar en el subconsciente de la gente las promesas, los sueños, las decepciones de aquella que alguna vez fue la tierra prometida.  La amaron, la hicieron suya y ya no quisieron irse.  

Estuvieron los migrantes extranjeros y regionales. Los primeros llegados por las crisis y las guerras desde otro hemisferio. Los segundos en más de los casos por enganche llevando en su gran mayoría tradiciones agrarias, estos fueron los padres de nuestros abuelos. Los extranjeros se fueron vendiendo sus minas a la gran corporación, no pudiendo competir con el capital que se abría paso con maquinaria moderna. Les tocó entonces a nuestros abuelos, quienes fueron empleados por esa corporación que con su llegada anunciaba “lluvia de oro”. Recordarían los tiempos anteriores como una villa cosmopolita, y entre la construcción de réplicas y las primeras destrucciones de lo que terminaría por llamarse la ciudad antigua cantaron sus añoranzas. Entre ellos y nuestros padres, ya una mezcla de viajeros de distintos lugares del país, acunaron la nostalgia. Se tejieron recuerdos de la vida o de lo que de ella se contaba sobre la villa minera y la corporación norteamericana, y con el crecimiento de la ahora mina a tajo abierto, nació la nueva ciudad distinta en construcción y concepto. Luego vinimos nosotros, nacimos frente al tajo, rodeados ya por desechos mineros que se nos pegaban a los zapatos cuando tratábamos de ir de la nueva a la antigua ciudad. Solo nos llegaron noticias de aquel tiempo lejano, como una fantasía, como un mito. Nos es difícil creer todo aquello porque ante nuestros ojos no hay lagunas ni calles.    

¿Cómo así una ciudad a la que llamaban opulenta es un boquerón que se extiende amenazante frente a nosotros? ¿Cómo una ciudad real puede estarse resquebrajando? La opulencia sobre la que se cantaba no fue para nosotros, sino más bien explosiones, goteras y paredes cuarteadas.  El espacio se fue transformando, el tajo -el gran símbolo de progreso- al abrirse cada vez más se fue tragando nuestras casas y lo que salía de las minas no solo fue llenando los volquetes sino también se fue alojando en nuestros cuerpos. Así nos convertimos también en réplicas, en unos casos de las explosiones con ondas expansivas inversas que comenzaron a vibrar en nuestra sangre, en nuestros huesos y en las vísceras.
Hay un claro quiebre entre el discurso de la generación que dice añorar aquel tiempo llamado de bonanza y la generación que solo tiene ante sus ojos un paisaje desollado, viejas fotografías y nombres de calles en un mapa que no coinciden con el vacío. Queda solo imaginar, hasta que sin remedio se es atrapado por el delirio. Lo que para ellos es una réplica para nosotros es la pieza original.  Ya no se puede nombrar el espacio como un lugar de esperanza porque en nombre de las futuras generaciones - que fuimos nosotros- ese espacio ha dejado de ser. El todo se ha trocado por el vacío, el cual ahora toma el protagonismo

¿Cómo influye en los sujetos el cambio en el espacio que habitan? Sobre todo, cuando dicho cambio es constante, y en el caso de Cerro de Pasco un cambio agresivo que los desplaza poco a poco. El trabajo de Albert Estrella se encuentra entre las exploraciones artísticas que se distancian de la nostalgia, pero no es ajeno a lo que se dijo y aun intenta un puente con ese discurso. En su escritura están presentes elementos de viejas mulizas o referencias a poetas anteriores que a su vez son un pretexto para la interpelación. Está tan presente la ausencia y el vacío, el “cielo” está arriba, pero se conecta con una profundidad tal que ya no solo es lo físico que se observa sino lo que se hace uno en el cuerpo y en la sangre. Si tal como anoté líneas arriba, hubo una generación que soñó con una “lluvia de oro”, otra que vivió el golpe del costo de ese sueño y se refugió nostálgica en el pasado, esta generación, quienes nacimos frente al tajo y vimos construir casas al pie de los desmontes, es la generación que asume los pasivos; cuyo marco son los relaves, la tierra revuelta y una enorme mina a cielo abierto.

Cielo de Pasco juega con la temporalidad, con la leyenda y la realidad. Las réplicas son solo pequeños juegos de memoria, “No hay pasado, hay fantasmas que se esfuman como la niebla”. El presente se va escribiendo, pero para desaparecer, porque, aunque queramos ya no podremos desandar nuestros pasos, porque ese suelo es solo una ilusión ante nuestras pisadas. Como lo fueron las viejas calles para nuestros abuelos o lo que aun podemos recordar de lo que pisamos cuando niños, “porque el progreso es otra calle que a veces te lleva al fracaso”.

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Sobre el autor: Albert Niels Estrella Ureta (Cerro de Pasco, 1985) Lic. en Enfermería. Ha publicado Cuchillos afuera (2009), PoÉ o la construcción del cielo (2011), Las súper cuerdas (2013). Obtuvo el primer lugar del premio Nacional de poesía “Jaime Galarza Alcántara” (Jauja, 2010) con el poemario La familia disfuncional y otro poemas hereditarios. Dirige My Lourdes cartonera.


La última salida del Santo en "El Ayllu"

Todos decían que un día "El Ayllu" no existiría más, que tendrían que mudarse porque el aeropuerto Jorge Chávez necesitaba una nueva pista de aterrizaje. Nadie sabía cuando sucedería aquello... En enero de 2013, días previos al desalojo, antes de despedirse y dejar atrás las casas y las chacras el pueblo y la hermandad de San Agustín sacaron por última vez al Santo Patrono a recorrer sus calles. 

El año 2000 se dio inicio al proyecto de remodelación y ampliación del aeropuerto internacional Jorge Chavez (Callao-Perú). El AA.HH "El Ayllu" se ubicaba en los terrenos de lo que fue la Hacienda San Agustín, en el valle de Bocanegra. Con la ampliación del aeropuerto la población fue trasladada y los extensos campos de cultivo erradicados.



"Kametsa Asaike. Las artes escénicas para el buen vivir comunitario en pueblos originarios amazónicos"

lunes, 29 de abril de 2019 · Posted in , , ,



El presente trabajo da cuenta de un proceso intenso que conduce al camino de la creación escénica desarrollado a lo largo de varios años y en intercambio de aprendizajes con diversos grupos culturales de la Amazonía Peruana.

 Los autores son actores-creadores nutridos de una vanguardia teatral que ha aportado a deconstruir el concepto de lo teatral y la teatralidad normativa basada en el texto escrito. Dicha pedagogía podría resumirse como una exploración a través del cuerpo, la voz y el espacio para llegar al producto escénico. La que se nutre - entre otros- desde la teatralidad y ritualidad de las fiestas tradicionales, la vida política del país, la historia, la memoria, el testimonio y la oralidad.

 Imbuidos de ello y de su propia historia personal, Sara Paredes y Raúl Cisneros en su búsqueda y crecimiento como artistas se involucran con colectivos que hacen de nexo para llegar a otros espacios. Así de esta forma constituyen un laboratorio pedagógico de investigación artístico teatral con enfoque intercultural, de donde surgen diferentes productos y al cual denominan "artivismo".

 Proponen como estrategia de trabajo la inmersión cultural. Como artistas-pedagogos viven dentro de la comunidad donde no solo son los profesores que vienen de fuera, facilitan un taller y se van a sus lugares de reposo. Ellos van más allá, se convierten en vecinos y se integran a la comunidad, con todo lo que ello significa- incluyendo el rechazo. De allí que para el ejercicio de la teatralidad proponen indagar en las prácticas culturales desde el intercambio de experiencias, el conocimiento de prácticas tradicionales, así como las relaciones de género y poder.

 Esta publicación no es únicamente una sistematización sobre su propuesta pedagógica, sino también un testimonio de trabajo comprometido donde los sujetos priman antes que el producto.





Elizabeth Lino Cornejo. Con la tecnología de Blogger.