Silveria Tufino Herrera, una mujer para no olvidar

Es casi seguro que cuando se pronuncia este nombre pocas serán las personas, hombres, mujeres, jóvenes, niñas o niños que sepan contar su historia. Habría que ubicarla geográficamente y entonces quizá, sólo algunos, de entre los viejos, logren ubicarla dentro de un contexto, una situación o un lugar.

La historia de Doña Silveria Tufino Herrea al igual que la historia de numerosas heroínas anónimas, luchadoras, mujeres reivindicadoras, no es registrada por la historia oficial y sin embargo son significativas y necesarias para entender determinados momentos de nuestra historia. Muchas de las actitudes y acciones de estas mujeres definieron la suerte de los pobladores de sus comunidades o porque los actos que ellas realizaron sirvieron de megáfono para amplificar aquellas voces que se levantaban ante innumerables injusticias.

Silveria Tufino Herrera fue una comunera de la Comunidad Campesina San Antonio de Rancas, en el departamento de Pasco y murió el 2 de mayo de 1960 debido a una herida provocada por un arma de fuego. Había que luchar por las tierras, por el respeto, por la dignidad y se enfrentó junto a otros comuneros en defensa por la posesión de sus tierras frente al abuso de la entonces compañía minera Cerro de Pasco Cooper Coporation.

Doña Silveria Tufino Herrea es uno de los tres mártires de Huayllacancha caídos en 1960, una de las primeras luchas campesinas en el ande peruano. Este es el testimonio que da cuenta de su historia y fue recogido en la propia comunidad el año 2003 como parte de una investigación sobre historia oral y recopilación de relatos de tradición oral. Por lo mismo ruego a quien desee hacer uso de este material cite la fuente y me lo comunique.

El recuerdo de Doña Silveria está presente en los relatos, en las canciones, en las tierras que con justa razón les fueron adjudicadas a sus comuneros.
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Silveria fue una mujer de carácter, de bastante coraje. Era mujer de una sola palabra. No era una mujer posicionada en cuanto a economía, era pobre. No le alcanzaba el tiempo y no era tan preparada como para darles una buena formación a sus hijos. Fue madre soltera. Tuvo cuatro hijos hombres y se dedicaba a buscar pan y ropa para ellos. Silveria cuidaba las vacas de personas ajenas, de amistades, de vecinos. Silveria no tenía su propio ganado. Unos le daban cuatro vacas, otros le daban dos vaquitas, otros una vaquita: "Señora Silveria por favor cuídame mi vaquita, te vamos a pagar".

Para entonces en Rancas había una muralla que cercaba toda la orilla del río por un lado, por el otro lado estaba la muralla de la sociedad ganadera de la Cerro de Pasco Cooper Corporation. Por el río estaba la Hacienda Pacoyan de Lercari Hermanos.
En ese entonces los hacendados eran demasiado estrictos, ningún ganado vacuno podía comer una sola hierba del otro lado, de “su lado”. Cuando los animales llegaban a la Hacienda Pacoyan, el encargado Rubén Flores, para entonces el administrador, mandaba a sus empleados, a Ricardo Gallo, a Chacón, ellos eran los hombres más esclavos de Flores, llevaban los animales a la hacienda, los tiraban al pesebre donde no había una sola hierba y se iban encerrándolos. Para que no desaparecieran o no se murieran, los dueños, los pastores, los cuidadores del ganado tenían que ir a la hacienda. Rubén Flores agarraba a su personal, salía por la puerta falsa y desaparecía, se iba por la cordillera, mientras los dueños y pastores en la hacienda esperaban.
Llegaba las once, la una, las dos, las tres, las cuatro y entonces de repente pasaba un carro a gran velocidad saliendo de la hacienda ¿Quién era? El gringo…llegaba, agarraba su carro y se iba para el Cerro de Pasco…él no se dejaba encontrar con los comuneros.
A los tres o cuatro días, cuando los pobres animales ya no podían ni pararse, imposibilitados por falta de alimentos y agua, El gringo ordenaba a su personal que mataran a las vacas. Las mataban y las repartían entre su personal y los perros de la hacienda. Muchas veces se había padecido eso, muchas veces.
Otras cuando no los mandaba a matar decía: "¡Que paguen diez soles y que trabajen! ". Tres, hasta cuatro días por cada vacuno. Los de la Hacienda Pacoyan eran unos asesinos. Si el ganado era fino, si los animales eran buenos o estaban a días de dar cría o si las vacas eran bonitas, todo eso desaparecía, se hacían humo, ya no se las veía. Las llevaban a la hacienda y ahí terminaba, desaparecían.
Eso fue toda una vida, años y años. Así aprendieron los comuneros cual era el grave delito que sus vacas pasaran el cerco.
La Cerro de Pasco Cooper Corporation también cometía abusos, cobraba a los comuneros por cada cabeza y recién después dejaba que se llevaran su ganado. Maltrataban a los comuneros, los animales no tenían pasto fresco para alimentase. Cierto día, durante la primera semana de enero llega Silveria a la casa de su hermano Florentino y le dice entre lágrimas: "Papá, ayer me ha pateado Donora". Donora era el segundo administrador de la Hacienda Pacoyan, Antonio Donora.

Esa mañana las vacas, las que cuidaba Silveria, habían pasado el cerco en busca de pasto y ella había pasado detrás a recogerlas. Ahí nomás había aparecido El gringo del caballo y al verla se detuvo. Silveria recogió sus vacas. El no pasó porque estaban los alambres, las vacas pasaban por un agujero que había en el cerco. El gringo bajó de su caballo y la agarró a puntapiés.
Su hermano la consoló: "Hija no llores, esto si no nos vamos a dejar, esto no queda ahí".Las tierras eran de Rancas, Lercari Hermanos años antes se había aprovechado de los ranqueños analfabetos, que no sabían leer ni escribir. Se aprovecharon de ello con uno y otro grito, los gringos así se apoderaron de las tierras.
Durante la segunda quincena de enero, los comuneros convocaron a una asamblea urgente y allí se hizo un informe; habla una señora, otro señor más y la gente dice: "Nos ponen rompe- patas, pisan con su tren a nuestros animales, los llevan al pesebre y los matan. ¿Qué derecho ha tenido de ponerle la mano a Silveria?, ella es una mujer pobre, todos la conocemos, sabemos como vive, ni casa tiene. ¿Por qué le tienen que poner la mano y por qué nosotros nos tenemos que callar? "
Días después se convocó a otra reunión, allí estaban el alcalde y el gobernador. Había algunas jóvenes de la comunidad que trabajaban para la Cooper Corporation y ellas no querían porque cuidaban su trabajo y decían: "¿Cómo le vamos a hacer eso a la Cerro de Pasco?, se vengará de nosotros, si es dueño casi de todo el Perú y nosotros no tenemos nada para defendernos".
Pero Silveria respondió: "¡Yo si voy a entregar mi vida!" Y el presidente de la comunidad concluyó: "El pueblo manda, el pueblo es el que decide… ¡No señor, hasta aquí somos! ¡Vida o muerte pero se nos respeta!...primero con la Cerro de Pasco y luego con Pacoyan.En marzo ya las asambleas poco a poco se hacían a escondidas. Se notaba un poco de oposición por miedo. Se iban a una casa, se iban a otra casa, a la una, dos de la mañana. A esa hora se hacían las asambleas. La gente nunca decía nada. Nadie podía decir nada, todo lo hacían en silencio. El 28 de abril, salieron de Rancas por la madrugada. Sin malograr casi nada de la muralla ni los rompe-patas, hicieron pasar a los animales con carga y sus chozas. Así amanecieron el 28 de abril en Huayllacancha. A las ocho de la mañana los más jóvenes ayudaron a llevar el ganado de la granja comunal. Era momento de tomar posesión de las tierras.
Aquel mismo 28 a eso de las tres tarde aparecieron seis militares a caballo y les preguntaron:
-"¿Quienes son las autoridades?"
-"Nosotros no tenemos autoridades", respondieron,
-"¿Y porque han venido ustedes acá? No saben que esta tierra es de la Cerro de Pasco Cooper Corporation?"
-"No es de Estados Unidos. Esta tierra es peruana, estamos en nuestra tierra, donde hemos nacido ", les contestaron los comuneros.
-"¿Y porque han tenido que malograr el alambrado?, todo el alambre esta cortado.
-"¡No señor, pueden ir a ver y revisar!"
Rancas se sentía seguro porque no había nada malogrado. Después que hicieran pasar a los animales de la granja comunal, todo volvió a quedar como antes. En aquel mismo momento comenzó una lluvia torrencial y la nevada. De la Hacienda Paria, llegaron más militares, ya no eran seis. Golpearon a los comuneros, los maltrataron y se fueron. El 29 y el 30 llegaron más militares. El día primero Silveria en casa de su hermano le dice a su cuñada Felipa:

- "Mamá, he venido a despedirme, hoy día Silveria se va…si estoy viva regresaré y seguiremos como siempre, pero si estoy muerta… "

- "Come para que tengas fuerzas"

- "No tengo hambre mamá"

- "Come", le insiste Felipa

Todos los comuneros que estaban de acuerdo se fueron a la iglesia y prestaron juramento. Luego salieron.
En Huayllacancha las balas sonaban, el tiempo estaba nublado, en el camino se veía a un grupo de militares de asalto al mando de un superior. Los comuneros se defendían con palos y hondas, las mujeres con sus hijos en la espalda, los militares con caballo detrás de ellas.
Y entre todas esas mujeres Silveria, con la mano hecha pedazos. Le sacaron los dedos. De un balazo le sacaron la mano cuando se agarró del poste, ella había dicho: "Corten mi mandil y amarren mi mano". Con la otra mano se trenzó, se agarró de un palo que sostenía el cerco :"A mi no me van a sacar ", "¡Fuera vieja!", le pegaron, la maltrataron, pero no quiso salir.
"Mi mano no habrá uno, pero tengo otra para defenderme" , ahí le metieron bala. Como no se rompía aunque la jalaran, no se dividía, entonces le dispararon. Ahí si se sentó, pero aun así continuo luchando: "No me he muerto, amarren mi barriga por favor, saquen mi manta de la espalda". Entonces le amarraron la barriga: "Ahora si puedo seguir luchando porque mis huesos están sanos". Sus vísceras estaban todas destrozadas. Ella era buen jinete, no necesitaba una pita para montar su caballo, sin nada se montaba y partía. Aquella vez también se la llevaron en caballo hasta Paria y de ahí la tiraron a la tolva de un volquete de la empresa, de la Cerro de Pasco Cooper Corporation. Así la llevaron al Hospital Esperanza, ensangrentada. Al ingresar en camilla había dicho: "Bueno Silveria, ya no sales de aquí, pero mi pueblo queda grande para mis hijos. Silveria ya no saldrá de aquí".

Silveria muere en el momento en que le realizaban la operación. Nadie la pudo salvar porque estaba destrozada. Alfonso y Teofilo habían muerto en Huayllacancha, pero Silveria llegó viva al hospital. Tres muertos, otros heridos de gravedad. Tristeza y llanto. Ya en Rancas se acudió a los heridos, se los entablilló con cualquier madera, se hizo lo que se pudo. Así terminó el 2 de mayo. Y aun después, la Cerro de Pasco Cooper Corporation se buscó los mejores abogados para que Rancas reconociera todos los daños y perjuicios. Pero gracias a Juan Velasco Alvarado la tierra peruana es para el pueblo y no es de Estados Unidos.

Elizabeth Lino Cornejo. Con la tecnología de Blogger.