ESPECIAL
El valor de una mujer. Anónimas, discriminadas, maltratadas e incluso asesinadas, hay mujeres que, sin embargo, gracias a su excepcional valor y desprendimiento, hacen historia y destierran el olvido.
Por: Elizabeth Lino*
Silveria Tufino Herrera. Seguramente este nombre, de buenas a primeras, no signifique nada y lo más probable es que pocos identifiquen como un suceso histórico necesario de ser recordado, lo vivido en su comunidad durante los años sesenta. Silveria es una de tantas mujeres anónimas y la historia de su comunidad se vuelve significativa gracias a la fuerza que le otorga la memoria colectiva dentro de un entorno de reivindicación y lucha.
“En Huayllacancha las balas sonaban, el tiempo estaba nublado, en el camino se veía a un grupo de militares de asalto al mando de un superior. Los comuneros se defendían con palos y hondas, las mujeres con sus hijos en la espalda, los militares con caballo detrás de ellas. Y entre todas esas mujeres, Silveria con sus dedos en pedazos. De un balazo le sacaron la mano cuando se agarró del poste. Le pegaron, la maltrataron, pero no quiso salir. Como no se rompía aunque la jalaran, entonces le dispararon en el estómago, le destrozaron las vísceras. Así la llevaron al Hospital Esperanza, ensangrentada. Silveria murió en el momento en que le realizaban la operación, no la pudieron salvar porque estaba destrozada”.
Silveria Tufino Herrera murió el 2 de mayo de 1960. Cuando los comuneros de Rancas, enfrentados con un contingente policial que los superaba en número, habían tomado posesión de las tierras que por derecho les pertenecían y que la entonces Cerro de Pasco Corporation se negaba a entregarles. Después de 49 años, lo vivido aquel día y la desaparición junto a Silveria Tufino de Teófilo Huamán y Alfonso Rivera se relata en su comunidad con tanta pasión e indignación como si aquello hubiera ocurrido ayer.
Silveria era una madre de familia cansada de abusos y decidida a hacer respetar sus derechos como mujer y comunera. Cierto día, durante la primera semana de enero llega Silveria a la casa de su hermano Florentino y le dice, entre lágrimas: “Papá, ayer me ha pateado Donora”. Antonio Donora era el segundo administrador de la hacienda Pacoyán. Esa mañana las vacas que cuidaba Silveria habían pasado el cerco en busca de pasto y ella había pasado a recogerlas. Ahí nomás había aparecido el gringo del caballo y, al verla, se detuvo. Silveria recogía sus vacas, el gringo bajó de su caballo y la agarró a puntapiés".
A partir del recuerdo y la resistencia al olvido, la memoria documenta, selecciona y transmite mediante la oralidad este suceso. Así, en Rancas, a través de los testimonios, generación tras generación se han ido enterando de la masacre de Huayllacancha y de la importancia de este acontecimiento dentro de los levantamientos campesinos en el centro del Perú. Una de las tantas luchas reivindicadoras que no ha sido recogida ni reconocida por la historia oficial. Aquella que, en lugar de otorgarles visibilidad, les niega el reconocimiento a los verdaderos hacedores de la historia de este país:
“Fue muy valiente al enfrentarse a los varones, a los gamonales. Ella era mujer y los demás eran policías, gamonales, eran puros varones. A los gamonales no les ha importado; sean hombres, sean mujeres, les han disparado nomás”.
Historias como las muertes de Huayllacancha y la lucha contra las injusticias explotadoras, dominadoras y usurpadoras se repiten con tanta constancia en este país empobrecido, en el que las diferencias no hacen más que radicalizarse cada día, registros que deberíamos reclamar a la historia oficial, plagada de intereses políticos. Silveria no era muy diferente a muchas mujeres de hoy en día:
“Ella fue una mujer de carácter, de bastante coraje. Era mujer de una sola palabra. No era una mujer posicionada en cuanto a economía, era pobre. No le alcanzaba el tiempo y no era tan preparada como para darles una buena formación a sus cuatro hijos, los criaba sola y se dedicaba a buscar pan y ropa para ellos”.
Estas historias de vida se conocen por la transmisión oral y sobreviven al tiempo por la resistencia al olvido. Porque finalmente la vida está hecha de héroes anónimos, aquellos que se fueron sin lauros ni loas, con sufrimiento y dolor, confiando en que sus luchas sean los pasos iniciales para dejar de someterse a las injusticias.
[*] Narradora oral e investigadora literaria.
El valor de una mujer. Anónimas, discriminadas, maltratadas e incluso asesinadas, hay mujeres que, sin embargo, gracias a su excepcional valor y desprendimiento, hacen historia y destierran el olvido.
Por: Elizabeth Lino*
Silveria Tufino Herrera. Seguramente este nombre, de buenas a primeras, no signifique nada y lo más probable es que pocos identifiquen como un suceso histórico necesario de ser recordado, lo vivido en su comunidad durante los años sesenta. Silveria es una de tantas mujeres anónimas y la historia de su comunidad se vuelve significativa gracias a la fuerza que le otorga la memoria colectiva dentro de un entorno de reivindicación y lucha.
“En Huayllacancha las balas sonaban, el tiempo estaba nublado, en el camino se veía a un grupo de militares de asalto al mando de un superior. Los comuneros se defendían con palos y hondas, las mujeres con sus hijos en la espalda, los militares con caballo detrás de ellas. Y entre todas esas mujeres, Silveria con sus dedos en pedazos. De un balazo le sacaron la mano cuando se agarró del poste. Le pegaron, la maltrataron, pero no quiso salir. Como no se rompía aunque la jalaran, entonces le dispararon en el estómago, le destrozaron las vísceras. Así la llevaron al Hospital Esperanza, ensangrentada. Silveria murió en el momento en que le realizaban la operación, no la pudieron salvar porque estaba destrozada”.
Silveria Tufino Herrera murió el 2 de mayo de 1960. Cuando los comuneros de Rancas, enfrentados con un contingente policial que los superaba en número, habían tomado posesión de las tierras que por derecho les pertenecían y que la entonces Cerro de Pasco Corporation se negaba a entregarles. Después de 49 años, lo vivido aquel día y la desaparición junto a Silveria Tufino de Teófilo Huamán y Alfonso Rivera se relata en su comunidad con tanta pasión e indignación como si aquello hubiera ocurrido ayer.
Silveria era una madre de familia cansada de abusos y decidida a hacer respetar sus derechos como mujer y comunera. Cierto día, durante la primera semana de enero llega Silveria a la casa de su hermano Florentino y le dice, entre lágrimas: “Papá, ayer me ha pateado Donora”. Antonio Donora era el segundo administrador de la hacienda Pacoyán. Esa mañana las vacas que cuidaba Silveria habían pasado el cerco en busca de pasto y ella había pasado a recogerlas. Ahí nomás había aparecido el gringo del caballo y, al verla, se detuvo. Silveria recogía sus vacas, el gringo bajó de su caballo y la agarró a puntapiés".
A partir del recuerdo y la resistencia al olvido, la memoria documenta, selecciona y transmite mediante la oralidad este suceso. Así, en Rancas, a través de los testimonios, generación tras generación se han ido enterando de la masacre de Huayllacancha y de la importancia de este acontecimiento dentro de los levantamientos campesinos en el centro del Perú. Una de las tantas luchas reivindicadoras que no ha sido recogida ni reconocida por la historia oficial. Aquella que, en lugar de otorgarles visibilidad, les niega el reconocimiento a los verdaderos hacedores de la historia de este país:
“Fue muy valiente al enfrentarse a los varones, a los gamonales. Ella era mujer y los demás eran policías, gamonales, eran puros varones. A los gamonales no les ha importado; sean hombres, sean mujeres, les han disparado nomás”.
Historias como las muertes de Huayllacancha y la lucha contra las injusticias explotadoras, dominadoras y usurpadoras se repiten con tanta constancia en este país empobrecido, en el que las diferencias no hacen más que radicalizarse cada día, registros que deberíamos reclamar a la historia oficial, plagada de intereses políticos. Silveria no era muy diferente a muchas mujeres de hoy en día:
“Ella fue una mujer de carácter, de bastante coraje. Era mujer de una sola palabra. No era una mujer posicionada en cuanto a economía, era pobre. No le alcanzaba el tiempo y no era tan preparada como para darles una buena formación a sus cuatro hijos, los criaba sola y se dedicaba a buscar pan y ropa para ellos”.
Estas historias de vida se conocen por la transmisión oral y sobreviven al tiempo por la resistencia al olvido. Porque finalmente la vida está hecha de héroes anónimos, aquellos que se fueron sin lauros ni loas, con sufrimiento y dolor, confiando en que sus luchas sean los pasos iniciales para dejar de someterse a las injusticias.
[*] Narradora oral e investigadora literaria.
3 Responses to “SILVERIA TUFINO HERRERA”
Definitivamente los héroes anónimos como ésta mujer pasqueña, son los que con su lucha que aún nos consterna, llena de sangre y sufrimiento, han forjado los cimientos de nuestra sociedad y en especial de nuestro suelo; condenado a ser el Pueblo Mártir del Perú. Los valores de la tradición oral, no deberían perderse jamás; se debe concentrar esfuerzos para reivindicar las memorias de gente pujante como ella. Gracias por el artículo.
Hacemos extensivo nuestro saludo a todas las mujeres sagaces y combativas.
Uilmer
Cerro de Pasco: Así era mi tierra
Uilmer, gracias por tus atentos comentarios, los enlaces y las referencias...un abrazo
felicitarte por tu trabajo, quisiera tener un acercamiento a tu persona,para compartir información me llamo Victor Maldonado escribi algunos libros, soy cerreño y actualmente vivo en Lima.
Visita esta página http://urbanotopia.blogspot.com/2006/09/vctor-ral-maldonado-toms.html
ahi sabras algo de mí...
mi correo es dumbarcatula@hotmail.com
ate
V. Raúl M.t.
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