Mamoudou Gassama: “No estaba pensando en ser valiente, solo hice lo que tenía que hacer"

Hace muchos años pasé una temporada en España, y aunque me di una gran vuelta por casi toda esta mi "centro de operaciones" fue la verde y mágica Galicia. Al poco tiempo de llegar conocí en A Coruña una ONG que prestaba apoyo a inmigrantes en su gran mayoría llegados de Senegal. Entonces yo había llegado allí como estudiante universitaria y me había involucrado con un grupo de voluntarios de la universidad a la que estaba asistiendo, este grupo visitaba periódicamente el hospital oncológico local. Aquella vez pude replicar mi experiencia de "Doctores y doctoras de la Esperanza" que había aprendido en Lima con Ana Correa de Yuyachkani. Dicho hospital solo albergaba adultos mayores. Recuerdo los pasillos solitarios, los viejos sonrientes...un hombre cogiéndome la mano y haciendo el máximo esfuerzo por hablar y decirme "mis hijos ya no vienen a verme, tengo cáncer a la lengua". Acompañar, cantar,reír...me fui con el grupo con quienes habíamos hecho la visita y en el hospital no terminaban de creer que era peruana. "Mentira eres venezolana", me decían.

Volviendo a la historia inicial de la ONG, llegué a esta porque estaba ubicada al lado de la biblioteca del barrio donde me quedaba inicialmente.Había un ambiente agradable. Más adelante interesada en lo que acontecía allí quise involucrarme un poco más.Primero participamos con una compañera colombiana en una feria sobre la diversidad que entonces estaban promoviendo, narramos cuentos latinoamericanos.

Más adelante les propuse hacer un taller de máscaras. En verdad, quería aprender, había visto a muchos de los hombres que llegaban allí vendiendo en las calles y en los bares (CDs en mantas, globos, flores). Me los cruzaba por las calles principales, por las calles pequeñas. Definitivamente nuestras situaciones de inmigración no eran las mismas. Finalmente aceptaron mi propuesta y pude hacer un pequeño taller de elaboración de máscaras, que fue el pretexto para conversar, escucharnos, conocernos. ¿Donde está el Perú? ¿Dónde está Senegal?¿Cómo es la vida en Europa del Este? ¿Qué era España en ese momento para nosotros? Fue ahí que conocí la dimensión del significado de las palabras desierto, patera, oscuridad, noche, sin papeles. Tenía frente a mí seres humanos que habían pasado días y noches enteras escondidos en el desierto esperando encontrar ayudas de comida, que habían nadado aguas frías y sobrevivido con la misma ropa meses y meses. Habían perdido en el mar a sus hermanos y/o amigos.

Cuándo miro en retrospectiva sobre la discriminación que viví como mujer latina en España, veo que no fue casi nada al lado de todo lo que vivieron mis amigos senegaleses.

Durante la Cabalgata de Reyes -que es una de las celebraciones de navidades más esperada- el más buscado es el denominado "Rey negro". Me comentaban quienes coordinaban esta ONG, con evidente fastidio y desazón, algo así: " tanto desprecio, y para la cabalgata nos llueven pedidos de hombres negros". Sí, durante la famosa cabalgata el más ovacionado es el rey negro y en A Coruña por años consecutivos lo fue un carimástico hombre senegalés. Alguien a quien le había costado mucho instalarse en aquel lugar, sorteando las dificultades del inmigrante. Aquel hombre a quien nadie reconocía en las calles en el cotidiano era rey por un día. 


Luego viajé por varias ciudades de España, me ganaba la vida como estatua humana. Así como "objeto decorativo" no parecía ser "peligrosa" como inmigrante. Porque una cosas era caminar por las calles siendo yo, y otra tomar las mismas caracterizando un personaje. Como estatua humana me paraba inmóvil, sólo mis ojos recorrían los lugares y los rostros de las personas. Al sonido de las monedas mi cuerpo se movía. Por lo general era así, sonrisas, mofas usuales de los adolescentes o de quienes se quieren dar de graciosos, saludos, preguntas como ¿eres de verdad o de mentira? o aquella típica expresión "¡mimo mímame!" En ese trance hubieron dos veces en las que mi cuerpo se estremeció de tal manera y que aun no ha logrado olvidar. La primera sucedió en Madrid, estaba únicamente caminando cuando de repente escuché gritos y alharacas de los transeúntes, no me dio tiempo a voltear, quedé impactada cuando casi sobre mí, pero sin siquiera rozarme pasaba a toda prisa una veintena de hombres negros de diferentes edades; todos con bultos en las manos. Se perdieron entre las diferentes calles y la policía tras ellos. La segunda vez en un pueblo pequeño, no recuerdo en que lugar del país, había viajado largo, mirado bastante paisaje, pasado pequeños castillos y visto decenas de molinos, había dormido bajo el sol dentro del auto. En aquel lugar había un desfile, todo era extraño. Me maquillé, pasta blanca, labios rojos,pestañas postizas, sombrero, guantes, vestido rojo y me monté sobre mi fiel baúl de madera que nunca se rompió desde que salí del Jorge Chávez. Al rededor mío los manteros extendían pañuelos, CDs, artesanías. No había pasado mucho tiempo cuando apareció la policía, todo sucedió muy rápido. En cuestión de segundos la pasividad de los vendedores, y la tranquilidad casi ritual al acomodar sus productos se transformó en fiera velocidad. Una ráfaga desaparecía dejando su miedo y su rabia como cola de cometa atascada en mi baúl, lo sentí. Me quedé sola, inmóvil. Más estatua que nunca. Conmigo no era, era con los hombres negros. Además ¿cómo saber quién estaba debajo de ese maquillaje?

¿Hay que llegar al punto de hacer "acciones heróicas" para reconocer la humanidad de las personas? ¿Hay que disfrazar a un hombre negro como un "ser mágico" para loarlo, aplaudirlo y pedirle que te toquen sus manos, cuándo en la calle a diario lo esquivas o escupes?

Mamoudou Gassama (Mali) salvó el fin de semana a un pequeño niño francés que se encontraba colgando de un balcón mientras cientos de personas en el mundo miraban la final de la Champions league. En una entrevista dijo: “No estaba pensando en ser valiente, solo hice lo que tenía que hacer, lo tenía que salvar”


Elizabeth Lino Cornejo. Con la tecnología de Blogger.