Ni ausencias, ni minutos de silencio / Memoria viva Genaro

lunes, 21 de mayo de 2018 · Posted in , , , , , ,

 "Oh santa rebeldía,
en Rancas y Yanahuanca
no se dejan los muertos enterrar;
lágrimas coléricas frotadas
laten en la exhausta arteria;
los muertos caminan y se quejan,
no ha podido el balazo 
vaciarles todo el ser." *

Genaro Ledesma Izquieta ingresó al hospital Rebagliati el sábado 24 marzo de 2018 por emergencia, entonces presentaba un cuadro de neumonía, insuficiencia renal, presión alta y otras complicaciones debidas a su edad. Estando en emergencia fue cuando le sobrevino una fiebre muy alta. Para nadie es desconocida la situación de los hospitales en nuestro país, los pacientes llegan a poblar los pasillos por días indefinidos esperando a que se les asigne una cama, sin el mínimo respeto a su dignidad. Lamentablemente Genaro llegó a sumarse a este grupo, lo tuvieron por varios días en un pasadizo. Quienes hemos recorrido dichos espacios – y no somos pocos- sabemos cómo los pacientes son expuestos sin un mínimo de preocupación, sumándose a ello en el trato la falta de humanidad y empatía del personal de salud.

Todos aquellos días tendido en una camilla en los pasillos del hospital empeoraron su situación, a tal punto que perdió la conciencia producto de un paro cardiaco. Luego de reanimarlo, recién entonces decidieron trasladarlo a la sección de cuidados intermedios. Esa fue su última estancia, entubado, inconsciente de lo que sucedía a su alrededor, conectado a un respirador artificial. Acompañado de su familia, pero sin poderse comunicar con ellos. El hombre que por años había recorrido los andes acompañando a campesinos, obreros y estudiantes estaba en su cabalgata final ¿Cuánto más pedirle a aquel cuerpo después de haber sufrido persecución y años de cárcel?

Las denuncias por desatenciones y malos tratos en los hospitales del país son incontables, y el hospital Rebagliati no es la excepción. Indigna saber que una persona de la tercera edad sea mantenida en un "no-lugar" pese a su delicado estado de salud. Porque eso es lo que son los pasillos de hospital, lugares impersonales donde simplemente abandonan a los pacientes sin apiadarse de su angustia y sufrimiento. Donde las personas se ven obligadas a perder la dignidad, esa que lucharon por mantener toda la vida.Ningún ser humano merece un trato así, Genaro Ledesma no lo merecía. Todo asegurado debería ser recibido en una cama de hospital con los cuidados respectivos y no ser expuesto a posibles contaminaciones. El Estado Peruano se muestra incapaz de darle atención digna a los pacientes, no fiscaliza, no capacita, no supervisa, no está interesado en la salud del ciudadano peruano. 

Genaro Ledesma como un gran roble, bordeando los treinta años, llegó a Cerro de Pasco y fue alcalde entre los años 1958-1960. Si bien su fin al llegar a nuestra carcomida ciudad fue la de cubrir una plaza de maestro que nadie quería cubrir, pronto se involucró con campesinos, mineros y artistas populares. Los peruanos no deberíamos olvidar su tremendo protagonismo en aquellos años de luchas por las tierras y abusos de hacendados y terratenientes. La historia oficial escrita y amañada desde poderes abusivos han pretendido cambiarnos la imagen de quienes, como Genaro Ledesma, Hugo Blanco, Saturnino Huilca, Alfonso Rivera, Silveria Tufino, Héctor Chacón y otros tantos hombres y mujeres en distintos lugares del país pusieron el cuerpo en la lucha con el pueblo, por ello sufrieron persecución, cárcel o incluso muerte.
"Genaro vuelve a Cerro de Pasco, mientras la nieve cae sobre sus recuerdos"
De "La tumba del relámpago"

Conocí a Genaro el año 2004 en Rancas, cuando llegó entusiasmado llevando un documento a la comunidad. Era un registro en audio del mitin improvisado la noche del 2 de mayo de 1960 después de  la masacre ocurrida en Huayllacancha. En aquel audio las voces indignadas, no solo de los ranqueños pedían justicia por los muertos y heridos. Los representantes de los gremios se solidarizaban y él pedía calma. Ese 2004, ya era un hombre mayor, tenía todavía la voz potente, imponente. Me encontraba arrodillada grabadora en mano escuchándolo, tratándo de imaginarlo con unos años menos. Solo después de su muerte llegó a mis manos una fotografía suya de su juventud.
Después de muchos años, después de conocer a los protagonistas de aquella dura historia, después de ser recibida generosamente en sus casas y permitirme grabar sus testimonios e historias de vida aún me quedaba una pieza suelta en ese gran rompecabezas. Esa pieza era Genaro, y no porque me faltara "su testimonio",ya que él había escrito y dado cuenta de alguna manera u otra sobre este suceso. Quienes están involucrados en el ejercicio de la historia oral saben que cuando se trabaja con un conjunto cada pieza que se va hallando va enriqueciendo cada vez más la investigación, va llenando vacíos de una forma increíble. En este caso las voces, las miradas, las respiraciones, los silencios; todo forman un gran conjunto. Para entonces ya había hecho una revisión de documentación de archivo pero, recién cuando su voz y su mirada se dirigieron a mí narrando la historia desde su perspectiva, cuando suspiró por el recuerdo, cuando su mirada se perdió en el vacío al recordar nombres y acontecimientos; recién tuve la sensación que una especie de relámpago unía todas las piezas de mi rompecabezas.
Fue en noviembre del año pasado (2017) cuando juntamente con Gustavo y Carlos Gora Oscátegui hijos de Josefina Oscátegui y Gabriel Gora, el entonces personero legal de la comunidad, nos lanzamos en su búsqueda. El último de los encuentros pareciera haber sido premonitorio, nos habló de la despedida que le hicieron los ranqueños a los tres mártires asesinados el 2 de mayo de 1960, "lloraban despidiéndose de ellos en la madrugada, adiós les decían", nos lo contó levantando los brazos con gran nostalgia. Meses después lo despediríamos nosotros.
Durante el velatorio hubo algún momento en que se vieron algunas sillas vacías, pero se me ocurrió pensar que esas sillas y el local estaban repletos de ánimas de campesinos y campesinas. Imaginé a los viejos comuneros de Rancas, Yanacancha, Yanahuanca y Yarushyacan masticando coca, habiendo pasado toda la noche velándolo. Recordando entre humo de cigarro y calientito todo lo vivido. Imaginé los peroles hirviendo para compartir la comida, el café macho y las galletas de soda. Imaginé a los campesinos con sus pies cortados por el barro seco extender los brazos y recibirlo diciéndole: Lo estábamos esperando doctor "y vengan los aplausos a manos llenas ¡El nombre del amado sea ovacionado y no llorado!"**

Hasta siempre Genaro, hasta siempre abuelos y abuelas. Ojalá nos quede en las venas un poco de su coraje. Hoy lo necesitamos más que nunca...
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(*)Del poemario "El rostro de la tierra en el espejo" (1962) G. Ledesma
(**)Del poemario "He de extraerte la ausencia" (1996). G. Ledesma.

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Recuerdo ofrecido por la familia Ledesma en conmemoración del primer mes del fallecimiento del luchador social, político, poeta, padre, abuelo y amigo Genaro Ledesma Izquieta. El documento es un homenaje que recoge dos poemas de su libro "He de extraerte la ausencia", y un poema de su nieto César, también literato y escritor dedicado a él y titulado "Tata", de la misma forma aparecen algunas fotografías. Este poemario a manera de recordatorio fue obsequiado durante la misa ofrecida el domingo 6 de mayo de 2018 en en la parroquia El sagrario de Lima (catedral de Lima).

Elizabeth Lino Cornejo. Con la tecnología de Blogger.