Una aproximación a "Cielo de Pasco" (2018) de Albert Estrella

sábado, 23 de noviembre de 2019 · Posted in , , , ,

Aquí veo hombres 
a través del cielo cayendo con sus nubes encima de ellos 
¿Pensaría que los hombres están vivos o están muertos? 
Vivos, parecen resistirse a la caída 
¿Podría decirme de qué están hechas las nubes? 
De lágrima de una especie de recuerdos que se dispersan en la 
memoria que no me dejan ver el futuro… 
 (Estrella, 2018, p.31)

Texto introductorio para Cielo de Pasco
Por Elizabeth Lino Cornejo

Cerro de Pasco es una ciudad minera ubicada en la alta y agreste puna peruana, sobre los 4000 msnm. Su geografía ha significado un gran reto de sobrevivencia para todo hombre y mujer que ha llegado allí atraído por la promesa de progreso y prosperidad. Años de extracción minera en diversas modalidades han transformado el espacio de forma radical, de ser una pampa alfombrada por ichu, lagunas y puquiales hoy su paisaje resalta por la convivencia entre la modernidad y un páramo desolado. La tierra fue removida, explotada y extraída; los socavones se hicieron más extensos mientras la superficie se iba poblando y cada vez era más difícil no sentirse parte de aquello. Sus habitantes comenzaron a construir hitos, a nombrar sus calles y a edificar sus casas; aquellas que más tarde vieron resquebrajarse y empujados por el progreso tuvieron que resignarse a su destrucción porque de ello dependía de que la bonanza se materializara para sus descendientes. Pero negándose a olvidar construyeron réplicas para que por lo menos quedara algo de aquello que vivieron, así las ausencias se harían menos notorias.
El trabajo en las minas, el sufrimiento, la muerte y la vida cotidiana comenzaron a cantarse en los huaynos y mulizas. Los poetas encontraron la forma de eternizar en el subconsciente de la gente las promesas, los sueños, las decepciones de aquella que alguna vez fue la tierra prometida.  La amaron, la hicieron suya y ya no quisieron irse.  

Estuvieron los migrantes extranjeros y regionales. Los primeros llegados por las crisis y las guerras desde otro hemisferio. Los segundos en más de los casos por enganche llevando en su gran mayoría tradiciones agrarias, estos fueron los padres de nuestros abuelos. Los extranjeros se fueron vendiendo sus minas a la gran corporación, no pudiendo competir con el capital que se abría paso con maquinaria moderna. Les tocó entonces a nuestros abuelos, quienes fueron empleados por esa corporación que con su llegada anunciaba “lluvia de oro”. Recordarían los tiempos anteriores como una villa cosmopolita, y entre la construcción de réplicas y las primeras destrucciones de lo que terminaría por llamarse la ciudad antigua cantaron sus añoranzas. Entre ellos y nuestros padres, ya una mezcla de viajeros de distintos lugares del país, acunaron la nostalgia. Se tejieron recuerdos de la vida o de lo que de ella se contaba sobre la villa minera y la corporación norteamericana, y con el crecimiento de la ahora mina a tajo abierto, nació la nueva ciudad distinta en construcción y concepto. Luego vinimos nosotros, nacimos frente al tajo, rodeados ya por desechos mineros que se nos pegaban a los zapatos cuando tratábamos de ir de la nueva a la antigua ciudad. Solo nos llegaron noticias de aquel tiempo lejano, como una fantasía, como un mito. Nos es difícil creer todo aquello porque ante nuestros ojos no hay lagunas ni calles.    

¿Cómo así una ciudad a la que llamaban opulenta es un boquerón que se extiende amenazante frente a nosotros? ¿Cómo una ciudad real puede estarse resquebrajando? La opulencia sobre la que se cantaba no fue para nosotros, sino más bien explosiones, goteras y paredes cuarteadas.  El espacio se fue transformando, el tajo -el gran símbolo de progreso- al abrirse cada vez más se fue tragando nuestras casas y lo que salía de las minas no solo fue llenando los volquetes sino también se fue alojando en nuestros cuerpos. Así nos convertimos también en réplicas, en unos casos de las explosiones con ondas expansivas inversas que comenzaron a vibrar en nuestra sangre, en nuestros huesos y en las vísceras.
Hay un claro quiebre entre el discurso de la generación que dice añorar aquel tiempo llamado de bonanza y la generación que solo tiene ante sus ojos un paisaje desollado, viejas fotografías y nombres de calles en un mapa que no coinciden con el vacío. Queda solo imaginar, hasta que sin remedio se es atrapado por el delirio. Lo que para ellos es una réplica para nosotros es la pieza original.  Ya no se puede nombrar el espacio como un lugar de esperanza porque en nombre de las futuras generaciones - que fuimos nosotros- ese espacio ha dejado de ser. El todo se ha trocado por el vacío, el cual ahora toma el protagonismo

¿Cómo influye en los sujetos el cambio en el espacio que habitan? Sobre todo, cuando dicho cambio es constante, y en el caso de Cerro de Pasco un cambio agresivo que los desplaza poco a poco. El trabajo de Albert Estrella se encuentra entre las exploraciones artísticas que se distancian de la nostalgia, pero no es ajeno a lo que se dijo y aun intenta un puente con ese discurso. En su escritura están presentes elementos de viejas mulizas o referencias a poetas anteriores que a su vez son un pretexto para la interpelación. Está tan presente la ausencia y el vacío, el “cielo” está arriba, pero se conecta con una profundidad tal que ya no solo es lo físico que se observa sino lo que se hace uno en el cuerpo y en la sangre. Si tal como anoté líneas arriba, hubo una generación que soñó con una “lluvia de oro”, otra que vivió el golpe del costo de ese sueño y se refugió nostálgica en el pasado, esta generación, quienes nacimos frente al tajo y vimos construir casas al pie de los desmontes, es la generación que asume los pasivos; cuyo marco son los relaves, la tierra revuelta y una enorme mina a cielo abierto.

Cielo de Pasco juega con la temporalidad, con la leyenda y la realidad. Las réplicas son solo pequeños juegos de memoria, “No hay pasado, hay fantasmas que se esfuman como la niebla”. El presente se va escribiendo, pero para desaparecer, porque, aunque queramos ya no podremos desandar nuestros pasos, porque ese suelo es solo una ilusión ante nuestras pisadas. Como lo fueron las viejas calles para nuestros abuelos o lo que aun podemos recordar de lo que pisamos cuando niños, “porque el progreso es otra calle que a veces te lleva al fracaso”.

----------------------

Sobre el autor: Albert Niels Estrella Ureta (Cerro de Pasco, 1985) Lic. en Enfermería. Ha publicado Cuchillos afuera (2009), PoÉ o la construcción del cielo (2011), Las súper cuerdas (2013). Obtuvo el primer lugar del premio Nacional de poesía “Jaime Galarza Alcántara” (Jauja, 2010) con el poemario La familia disfuncional y otro poemas hereditarios. Dirige My Lourdes cartonera.


Elizabeth Lino Cornejo. Con la tecnología de Blogger.