LA PROFESORA DE LA HACIENDA SAN AGUSTIN

domingo, 30 de agosto de 2009

Artículo publicado en el suplemento Dominical del diario El Comercio, domingo 30 de agosto de 2009.

Por: Elizabeth Lino Cornejo*

“Yo viviendo en el Callao no sabía que existía. A mi papá lo oía mentar la hacienda San Agustín, Bocanegra, Oquendo, todos esos sitios. Lo oía mentar pero no tenía idea de dónde quedaba. Y después quién iba a pensar que iba a venir aquí, me iba a anclar acá y aquí me quedé”.



La señorita Juanita

Juana Barrantes Enríquez llegó a la hacienda San Agustín en abril de 1941, cuando tenía 26 años, era una época difícil. “Con la cuestión de Leguía no había trabajo, no se conseguía en ningún sitio y los años pasaban”.

Siempre quiso ser profesora, desde entonces su vocación de maestra la llevó a educar a cinco generaciones en el lugar. Los mayores la recuerdan con respeto y admiración por su don de maestra comprometida y abnegada. Los más pequeños tejen historias en torno a ella y la antigua casa hacienda, donde vivió hasta sus últimos días. La señorita Juanita, como la conocían en San Agustín, murió en abril del 2008, cerrando un ciclo misterioso de llegada y partida.

Una herida en la tierra

Juana Barrantes se fue sin que sus gastados ojos vieran materializarse aquello que hasta el cansancio había oído: la ampliación del aeropuerto. Había vivido la época de la llegada de este, sabía que crecería aun más y que ella y todos los pobladores tendrían que marcharse algún día, pero ¿cuándo?

Detrás del aeropuerto

La antigua hacienda San Agustín está ubicada en el kilómetro 3,6 de la carretera Gambetta, a espaldas del aeropuerto internacional Jorge Chávez, en el Callao. Estos terrenos, que son campos de cultivo, están destinados a desaparecer para dar paso al plan de “modernización” del consorcio Lima Airport Partners (LAP). En el año 2001 LAP recibió del Estado Peruano la adjudicación del contrato de concesión por 30 años para la ampliación del aeropuerto y el compromiso de la entrega de 650 hectáreas colindantes.

Por encima de la gente

Cuando se sobrevuela este espacio —la única forma de verlo en toda su magnitud— uno no imagina que allí abajo, entre el verdor de las chacras y al borde de la larga carretera Gambetta, hay una población de 400 familias que esperan noticias sobre su reubicación. Pobladores que desde los inicios de la construcción del aeropuerto y su posible ampliación en años venideros, se convirtieron en “erradicables”, por lo cual nunca se les otorgó un título de propiedad.

“Casi toda mi vida acá”

Juanita vivía en una casa vieja y grande, que en su momento fue de Manuel Prado. Los niños decían que ella lo sabía todo, que guardaba en un gran libro los secretos y la historia de todos los tiempos. Bordeaba entonces los setenta años y tenía los muebles de la casa cubiertos con plástico grueso y amarillento. Cruzar la puerta de su casa era traspasar los muros del tiempo, llenarse de historias y nostalgias.

Los olvidados

Se dice que el “lento avance” del proyecto del aeropuerto ha sido el “obstáculo” de la expropiación de tierras. La modernización además de construir una pista de aterrizaje con las mismas dimensiones de la actual, implica construir un nuevo complejo del terminal, un centro comercial, uno de carga aérea y actividades industriales. Detrás del “obstáculo” está la incapacidad del Estado de cumplir con quienes debe: los vecinos perjudicados que no pueden darse el lujo de perder lo único que tienen. Las personas que habitan este espacio merecen un absoluto respeto a su derecho a vivienda digna y al pago justo por sus tierras.

Los “reubicables”

La expropiación de la zona agrícola, de la cual son dueños un buen grupo de pobladores, no contempla el pago de un precio que justifique la venta de sus chacras. El otro lado del “obstáculo” es la falta de responsabilidad con la población que habita el asentamiento humano El Ayllu.

La población de El Ayllu ocupa ese espacio desde mucho antes de que existiera el aeropuerto. No son invasores, son familias que trabajaban desde cuando San Agustín era una hacienda en apogeo. El Estado tiene a la población sumergida en la incertidumbre, sin saber dónde será reubicada. Son 1.700 vecinos, acostumbrados a una forma de vida y organización comunitaria. Personas. No tienen una fecha exacta de salida, ni un lugar con viviendas dignas. No hay plan claro y organizado salvo el desarrollado para la “modernización” del aeropuerto. Que no nos sorprenda si uno de estos días vemos en los medios cómo grupos policiales o grandes maquinarias desalojan a quienes seguramente catalogarán de invasores opuestos al desarrollo del país.




Un día con ellla

Le gustaban las conversaciones y como buena maestra sus historias eran muy bien narradas, pensadas siempre para el oyente. Solía hablar de su larga vida de maestra dedicada a generaciones de niños que se hicieron hombres.

De los hijos de los japoneses a quienes preparaba para la comunión, de sus hermanas Dora y Julia, que también fueron profesoras en San Agustín, de la casa hacienda, de los tiempos pasados, de su vida de niña en La Oroya y sus viajes en tren. Siempre delgada, siempre pulcra, con sus tacones altos. Traje de sastre, labios pintados, manos huesudas y humo de cigarrillo como niebla en la casa.

Los tacos de sus zapatos hacían rechinar las maderas de la vieja casona, apagando de cuando en vez la voz del locutor de la radio encendida en la cocina, donde cada domingo con su hermana Dora oía la misa.


[*] Investigadora en temas culturales y narradora oral. Coautora del libro “Oía mentar la hacienda San Agustín”, Convenio Andrés Bello, 2007

One Response to “LA PROFESORA DE LA HACIENDA SAN AGUSTIN”

Arquen dijo...

Me gusto mucho la historia,
sobre todo, viniendo de una cuenta cuentos (yo tambien lo soy, pero me falta mucho para poder escribir asi).

Escogi este blog para mi recomendacion del blogday.

Elizabeth Lino Cornejo. Con la tecnología de Blogger.